Johan Cruyff alineó en aquella final a: Zubizarreta, Nando, Ferrer, Koeman, Juan Carlos, Bakero, Laudrup, Guardiola, Eusebio, Stoichkov y Julio Salinas. Como en muchas de las grandes ocasiones, el entrenador holandés cambió su sistema, apostando por algo más de seguridad defensiva con la inclusión de Nando y situando a Julio Salinas en punta, en detrimento de Txiki Beguiristain. Por su parte, Guillermo Amor no pudo estar presente en la final por acumulación de amarillas.
Su rival aquella mágica noche era la Sampdoria italiana, que formó un once con: Pagliuca, Mannini, Lanna, Vierchowod, Katanec, Lombardo, Pari, Toninho Cerezo, Bonetti, Vialli y Mancini.
Minutos antes del inicio del partido, Cruyff se dirigió a sus jugadores pronunciando una frase ya mítica: “Hemos llegado hasta la final, ahora salid y disfrutad“. Sin embargo, y como es habitual, en las finales no suele disfrutarse: el partido fue muy igualado, ambos equipos se respetaron y tomaron excesivas precauciones. El Barça tuvo el control del encuentro, pero sólo dispuso de una clara ocasión (un disparo raso de Stoichkov que desvió el palo); mientras que la Sampdoria asustó a los blaugranas con peligrosos contraataques protagonizados por sus dos estrellas, Mancini y Vialli.
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